viernes, 3 de junio de 2011

Goethe y su época

A mediados del Siglo XVIII, sin que aún existiera una unidad política, la economía alemana había florecido; pero en cierto modo faltaba a la nación alemana un desarrollo cultural en lo literario, con un contenido susceptible de considerarse clásico, como existía en Francia. Pero el florecimiento económico, dio lugar al surgimiento de algunos centros urbanos de gran empuje cultural, como Frankfurt, Leipzig y Weimar.

En el último tercio del siglo XVIII, el medio intelectual europeo fue el de la Ilustración, que tuvo gran influencia en Alemania, donde un grupo muy importante de personalidades, poetas, pensadores, ensayistas, hicieron destacar la cultura alemana como centro de la cultura europea; llevando a que se calificara al pueblo alemán como pueblo de poetas y pensadores.

Al finalizar el Siglo, a pesar del atractivo que para muchos escritores y pensadores alemanes seguía presentando la obra de los enciclopedistas franceses – especialmente Corneille y Voltaire – así como la de Jean Jacques Rousseau, surgió una fuerte inclinación hacia Shakespeare.

En 1776, se publicó en Alemania una comedia de la que es autor Maximilian Klinger (1752-1831), cuyo nombre en alemán, “Sturm und Drang” (Tormenta e Impulso) terminó asignándose a un movimiento literario surgido entre los años 1770 y 1785, cuyos autores, siguiendo las ideas de J. G. Herder (1744-1803), se agruparon en torno al escritor alemán Johann Wolfgang Goethe (1749-1832).

Un elemento muy presente en estas corrientes literarias, con fuerte influencia de índole religiosa vinculada al luteranismo, fue la exaltación del individuo; cuya independencia en cuanto a la fe religiosa frente a la presión del dogmatismo, constituyó uno de los temas recurrentes. Al mismo tiempo que el individualismo y la afirmación de la libertad esencial de su espíritu, surgió una exaltación del sentimiento como algo superior a la razón, como sintetizara Rousseau en su frase “Siento antes de pensar”.

Componentes principales del “Sturm und Drang”.

Pueden sintetizarse las principales líneas del “Sturm und Drang” en los siguientes conceptos:

El rechazo del racionalismo — Especialmente como pauta del comportamiento individual. No se trata de desvalorizar la razón como instrumento del conocimiento humano; sino de exaltar la actitud de la personalidad impulsiva, que actúa guiada por los embates de la pasión antes que por los consejos de la reflexión racional.

La valoración de lo misterioso — Como un componente de los hechos que ocurren con prescindencia de la lógica racional, los autores frecuentemente acuden a la fuente de las leyendas y supersticiones populares; que además representan un recurso de extracción nacionalista alemana.

El panteísmo naturalista — Los procesos intensamente místicos estuvieron presentes en alguna etapa de la vida de casi todos los grandes exponentes de esta corriente. Pero, fuertemente influídos por el reformismo religioso alemán, tratan de armonizar los fundamentos de la religión con una permanente invocación de la naturaleza, a la que presentan como un gran organismo viviente, libre y salvaje; incluyendo en ese concepto los componentes espontáneos y hasta instintivos del ser humano, que en último análisis son vistos todos ellos como otras tantas manifestaciones de la voluntad divina.

La exaltación del sentimiento — En contrapartida del rechazo del predominio de los dictados de la razón como determinantes de la conducta humana, el impulso emanado de los sentimientos y de las emociones, especialmente del amor y su pasión, es valorado como factor predominante al que es preciso liberar en sus manifestaciones vitales. Goethe dijo “El mejor hombre, es el que se estremece”.

La exaltación de lo individual — Como una manifestación trasladada desde la concepción de la autonomía individual en lo religioso preconizada por la Reforma Luterana, el impulso creador del artista es visto como una manifestación de la individualidad a través de sus sensaciones, su inspiración, las visiones de la intuición y la influencia del amor. Lo esencial de la poesía consiste en una emancipación del espíritu, una especie de confesión íntima, que bucea en lo más específicamente singular del individuo, como ocurre en el “Werther” de Goethe.

Johann Wolfgang Goethe (Frankfurt, 1749-Weimar, 1832) Nacido en el seno de una familia patricia burguesa, su padre se encargó personalmente de su educación. En 1765 inició los estudios de derecho en Leipzig, aunque una enfermedad le obligó a regresar a Frankfurt. Una vez recuperada la salud, se trasladó a Estrasburgo para proseguir sus estudios. Fue éste un período decisivo, ya que en él se produjo un cambio radical en su orientación poética. Frecuentó los círculos literarios y artísticos del Sturm und Drang, germen del primer Romanticismo y conoció a Herder, quien lo invitó a descubrir a Homero, Ossian, Shakespeare y la poesía popular.

Fruto de estas influencias, abandonó definitivamente el estilo rococó de sus comienzos y escribió varias obras que iniciaban una nueva poética, entre ellas Canciones de Sesenheim, poesías líricas de tono sencillo y espontáneo, y Sobre la arquitectura alemana (1773), himno en prosa dedicado al arquitecto de la catedral de Estrasburgo, y que inaugura el culto al genio.
En 1772 se trasladó a Wetzlar, sede del Tribunal Imperial, donde conoció a Charlotte Buff, prometida de su amigo Kestner, de la cual se prendó. Esta pasión frustrada inspiró su primera novela, Los sufrimientos del joven Werther, obra que causó furor en toda Europa y que constituyó la novela paradigmática del nuevo movimiento que estaba naciendo en Alemania, el Romanticismo.

De vuelta en Frankfurt, escribió algunos dramas teatrales menores e inició la composición de su obra más ambiciosa, Fausto, en la que trabajaría hasta su muerte; en ella, la recreación del mito literario del pacto del sabio con el diablo sirve a una amplia alegoría de la humanidad, en la cual se refleja la transición del autor desde el Romanticismo hasta el personal clasicismo de su última etapa. En 1774, aún en Frankfurt, anunció su compromiso matrimonial con Lili Schönemann, aunque rompió el noviazgo dos años más tarde; tras aceptar el puesto de consejero del duque Carlos Augusto, se trasladó a Weimar, donde estableció definitivamente su residencia.

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